Escribir sobre mi mami es una cosa que siempre se me complica. Primero que todo porque chocamos mucho (ella choca hasta con árboles mientras se parquea en una calle vacía 😛 ) así que a menudo termino hablando más de esos momentos conflictivos que cualquier otra cosa.
Hoy particularmente quiero hablar más a profundidad sobre mi relación con mi mami, no porque el día de la madre sea algo importante para mí, sino porque esos detalles son importantes para ella. Porque si, resulta que efectivamente mi relación con ella, como muchas relaciones en la vida, está llena de contradicciones y, como en toda relación, hay que aprender a ceder a veces.
Ceder… ceder suele ser una cosa complicada para las madres, por razones culturales y estructurales suele pasar que las mamás tienen una particular dificultad al momento de ceder ante la idea de que uno crezca. A mi mamá le ha tocado duro conmigo en ese aspecto, bastante duro. Así que hoy haré un esfuerzo por ceder yo.
Hay una línea de Mafalda que me encanta, cuando en una discusión con su madre sale el tan conocido argumento de «Porque te lo digo yo que soy tu madre» a lo que la siempre astuta Mafalda contesta: «Si es cuestión de títulos, yo soy tu hija, y nos graduamos el mismo día». Efectivamente, mi mami y yo nos graduamos el mismo día, fui el primero de tres, y por si faltara más también el más problemático. Algo que he mencionado muchas veces es que crecí rodeado de amor. Algunos de los recuerdos más claros que tengo de mi infancia se componen del sonido de la voz de mi mamá cantándome. «Te quiero, te quiero, eres el centro de mi corazón. Te quiero, como la Tierra al Sol» (Literalmente esa canción me acaba de hacer llorar). También recuerdo cuando nos cantaba «Los cochinitos ya están en la cama, muchos besitos les dio su mamá…» (en su versión Ariel soñaba que era rey, supongo que nunca fui precisamente humilde jaja). Y debo decir que la mitad de mi capacidad para hablar con facilidad se la debo a ella, que desde muy pequeño me enseñó que «eso es una puerta, eso es un perro, ese es el cielo, el cielo es azul y esas son nubes, las nubes son blancas…». No hay duda de que su compañia durante mis primeros años también tuvo una gran influencia en mi enorme curiosidad y muchos otros aspectos de mi carácter. Ella me enseñó a no quedarme callado ante las injusticias, me enseñó a luchar.
Desde luego, y como bien saben porque lo he hecho publico, esa relación, como todas, ha tenido sus dolores de crecimiento. Eventualmente, y con mucho sufrimiento, mi mamá ha visto como me suelto de sus manos y empiezo a caminar hacia mi propia vida. Y no dudo que ha sido difícil, como ha sido difícil aceptar que aunque nos amamos mutuamente, lo cierto es que no congeniamos mucho. No podemos vivir juntos, porque no nos soportamos mucho. Y hoy debo admitir mi parte de responsabilidades en el asunto:
Para bien y para mal, mi relación con mi mamá es la que más ha puesto a prueba todas mis búsquedas y discusiones políticas, particularmente en el apartado de mi constante replanteamiento de la idea de la masculinidad. Posiblemente la relación con la madre de uno/a sea la relación en la que más cuesta deconstruir todos los patrones patriarcales en las formas de interacción, puesto que justamente la figura de la madre es el centro de la construcción patriarcal en muchas formas. La estructura patriarcal blinda la figura de la madre con un manto sacro, porque es ella quien tiene asignada la tarea de comenzar la reproducción del sistema de ideas. La madre cuidadora, la madre siempre preocupada por uno, la madre sacrificada, etc. Y nos acomodamos a esa visión de madre, la exaltamos. Y sin importar cuanto nos aprendamos nuevas formas de discurso, con la mamá a la que tanto amamos y exaltamos, nos comportamos como patanes.
Quebrar los comportamientos machistas en mi relación con mi mamá es algo que me reta constantemente. Cuando estoy en mi casa me vuelvo casi un inútil, muchas veces espero que me hagan la comida, no cumplo con ninguna labor domestica, etc. Y son patrones de comportamiento que tanto ella como yo perpetuamos, por un lado porque ella cree que no puedo hacer nada bien y por el otro porque yo me acomodo a esa noción, porque es fácil, porque es más fácil decir que ella tiene un carácter imposible que tratar de poner todo el esfuerzo que conlleva tratar de construir relaciones más equitativas y respetuosas. Y cuando tratamos de mejorar esos y otros aspectos de nuestra relación, nuestras personalidades explotan como bomba nuclear, así que simplemente volvemos a jugar nuestros roles.
Nunca me he preguntado si mi mamá decidió serlo, pero espero que así haya sido, que haya tenido la oportunidad de decidir. Indudablemente su maternidad ha sido un ejercicio político complicado, donde se ha encontrado con infinitas contradicciones. Mirna no es perfecta, es profundamente humana y por lo tanto está llena de conflictos y desencuentros. Mirna no siempre está feliz, muchas veces toma decisiones egoístas, tiene un caracter difícil y a menudo cuando quiero hablar con ella dice las cosas más inapropiadas y termino sintiendome peor. Y todas estas cosas hacen que muchas veces piense que mi mamá no sabe ser mamá (porque si, yo también soy humano y estoy lleno de conflictos y caigo en contradicciones). Pero justamente eso es lo importante de todo esto, justo el punto al que siempre vuelvo a caer y que me muestra lo mucho que me falta por crecer y trabajar: quizá mi mamá no sabe ser mamá porque en el fondo sigo pensando que una madre debe ser esa figura abnegada y perfecta. Antes que madre, mi mami es Mirna, la mujer, la persona. Ser madre no es su trabajo ni su obligación, es su decisión, y tiene derecho a practicar su maternidad no desde lo que la sociedad espera, sino desde quien ella es, con sus contradicciones, con sus conflictos, con su humanidad. Eso es lo mejor que mi relación con ella puede dejarme, y por eso estoy agradecido de tener una madre que me llenó de amor, que me ayudo a crecer pero que nunca se convirtió en una idea romantizada. He tenido la oportunidad de caminar junto a ella, de luchar junto a ella, de separarme de ella, de luchar por mi derecho a pensar distinto a ella, hemos caído en desencuentros políticos gigantescos a lo largo de los últimos años, hemos peleado y nos hemos reconciliado. A pesar de todas nuestras diferencias, tanto ella como mi papá me han apoyado en todas mis decisiones y han intentado respetarme como yo he intentado respetarles a ellxs.
Así que, para cerrar esta reflexión un poco caótica (como yo mismo) quisiera decirle a mi mami que pienso que es una mujer brillante, que lamento que no haya podido hacer muchas cosas que alguna vez soñó pero que aun tiene tiempo, que su vida no se ha terminado ni se terminará cuando Diego se vaya de la casa. No celebro el día de la madre, pero si celebro a mi madre, y la relación que tengo con ella.
Yo también la quiero como la Tierra al Sol.